miércoles, 20 de mayo de 2015

Amor y otras drogas.

Podrías haberte ahorrado ese primer beso, y el segundo y todos los que vinieron detrás. Podrías haberte ahorrado las caricias de por la mañana, la charla en la cama del medio día, la visita al museo de la tarde y las cañas de la noche. Podrías haberte ahorrado ese qué guapa estas, bueno eres. O ese buenos días princesa. Sobre todo ese buenos días princesa.

Podrías haberte ahorrado esa mirada cómplice y ya que estamos también esa que nos volvía locos. Podrías haberte ahorrado ese espérame que te acompaño. Ese dame un beso que hace frío. 
Quizá también sobraban esas bromas a escondidas de los demás. El ¿cuándo vemos esa peli juntos? O el tengo miedo porque me estás empezando a gustar de verdad. Y ya que estamos, también ese yo no quiero que dejemos lo que sea que tengamos solo por miedo a lo que pueda pasar.

Pues que sepas que por algo te lo propuse. Por algo te ofrecí la opción de pararlo antes de que fuera tarde, y ahora lo es. Quizá ahora entiendas porqué no entiendo nada. Y porqué te lo pregunto cada vez que cruzamos una palabra. Sí, de esas que ya casi no pronunciamos. 
Por eso te pregunto ¿por qué? Y sobre todo ¿por qué no?

Quizá te sobró todo eso y te faltaron huevos. Huevos para decirme que no te gustaba o para decirme que te volvía loco. No lo sé, pero es de cobardes quedarse en el limbo por miedo a no querer algo ni a perderlo del todo. Las cosas claras y el chocolate espeso.

Vale que me dijiste que no querías nada serio, pero yo tampoco te lo pedí. Nuestro trato era dejarnos llevar. Pero al final lo que hicimos fue dejarnos ir. Nos equivocamos de verbo. Creo.

No es nada fácil llegar a mi, pero cuando alguien lo consigue, suele tardar en salir. He de decir pues que tampoco todo es culpa tuya, de tus acciones, esas que empezaron a no corresponderse con tus falsas palabras. Hay veces que la química hace de las suyas y mi cabezonería se pone de su parte. Contigo me pasa como cuando te haces una herida en el labio, que sabes que aunque escuece, no puedes dejar de morderla. 

Eres mi picadura de mosquito que no pararía de rascar. El pellejo de la uña que no puedo parar de tocar. La llaga de la lengua que no puedo parar de mordisquear. Esa frontera tan fina entre el dolor agudo y el placer máximo.

Lo curioso es que con kilómetros de por medio, esos que me gustaría tener diariamente, me doy cuenta de que lo que me gusta de ti, aunque no te lo diré del todo, tiene que ver con lo cabezota que soy y para nada con los sentimientos de una persona a la que le gusta otra. Que todo lo que no me gusta de ti me ha salido recientemente a flote y no es poco. 

Obviaré tu sonrisa, pues por más bonita que sea, ha dejado de arrancar una. Y solo espero que no cambies de opinión porque ya es tarde, porque si soy cabezota para algunas cosas, cuando tomo una decisión difícil lo soy el doble. Y he decidido que nunca te he gustado, que nunca has querido nada conmigo y que jamás volveré a malgastar mi tiempo hablando contigo de esto. 

Adiós 
Adéu 
Au revoi
Así, en tu idioma, en el mío y en el de los dos. Para que por fin de una vez, nos entendamos sin estar entre las sábanas.